“ME PIDEN EXPLICAR EL LOYOLA”
De
esto aparto a dos personas, quién me enseñó, Clementina Buitrago y quién las
vive conmigo, Natalia López.
Es
difícil escribir sobre el problema, ahora muchas de las cosas no funcionan como
“debería”. En grados anteriores publique muchos escritos sobre este mismo tema,
ni siquiera podría llamarse tema, es una realidad que debemos exponer una y mil
veces; el Colegio Loyola lo presenté como una de las maravillas del mundo sin
exagerar, una mega obra en la educación como la solución a los problemas
académicos del país. Si, tal vez tenga una mínima parte de todo ello, pero la
confianza me dio un vuelco que accidentó las ilusiones; al paso del tiempo se
fueron aferrando al innato, absurdo y mismo sistema educacional de Colombia;
por supuesto podemos pintar este paisaje un poco más, es diferente en cuantos a
otros colegios por trabajar con cinco personajes en el año sean estorbosos o compañeros
para salir adelante, sin importar debes trabajar con ellos, se maneja proyectos
de investigación que sin duda el de robótica porque lo amo y hace parte de mi
vida es lo que ha sobresalido en la ciudad, el país y en el mundo, y diferente
porque tiene unos laboratorios que se convirtieron en la plataforma de guerra
para sacar un ganador de combate. Sería lo único que hoy puedo hablar, antes me
debían callar. Esto no lo escribo por represalias a nadie, ni mucho menos por truncar
lo que fue y es mi colegio, quién me convirtió en más persona; lo hago porque
si no analizamos el estado de coma en el que estamos, ¿cómo podremos lograr que
funcione de nuevo el organismo y que marche en buen estado?
Colegio
Loyola para la Ciencia y la Innovación, un colegio que se exhibió para la
ilusión, pareciera que nadie creyera en lo que podamos alcanzar, igual quienes
deberían de creer son ateos. Los docentes sin duda trabajan porque les paga, yo
confié en que lo hacían por pasión a su trabajo, discúlpenme si no es cierto,
pero así es la imagen con la que los conozco. Los ejes de la mega obra se
derribaron al utilizar robots sin programación humana parados en cada salón,
docentes haciendo de la vida de cada estudiante una enfermedad estresante sin
luz de sanar. Cada vez que avanzo en esto, es más desalentador, qué decir de la
administración, arruinada por la política tricolor, no sé si trabajan también
por un valor impreso en papel, dinero, o se ven atrancados por la mediocridad
de quienes ordenan que hacer. Dicen que “Dios aprieta pero no ahorca”, sigo en
una lucha constante por conseguir partes de mis sueños, porque tengo varios no
cumplidos fue el Loyola quien me los arrebató, haciendo de ellos inexistentes
ahora, cambiados por unos a largo plazo. Sigo aferrándome a soportar hasta
lograr el final de once años de estudio, disfrutar de buenas presentaciones de
nuestro proyecto de robótica, sigo insistiendo en donde sea más difícil.
¿En
qué momento se abrió más la herida del accidente? Es increíble el odio que se
pueda sentir en circunstancias por las personas y sabiendo aún que no son
caprichos, que son sentimientos de rabia para quien no te escucha, no te
entiende o no te conoce, pensamientos masacrados del mismo repudio que provocan,
son procesos del alma que expongo al describir mi colegio, momentos que pasan
en sus tiempos. Va parecer un poco extraño el injerto que voy hacer, en el
instante que escribo todo esto, hacemos exposición del colegio a la comisión académica
del colegio San Ignacio, un colegio que económicamente lo tiene todo, fascinado
con nuestra forma de trabajar, aprender y enseñar, quieren hacer de esto lo
mismo en sus salones de clase, y nos piden recomendaciones para ellos trabajar
de esta manera, lo que les digo es, si van a enseñar a trabajar en equipo deben
trabajar en equipo, falla que tal vez hasta ahora ha tenido el Loyola. Todo
parece mezclarse, una situación con la otra pero que al fin y al cabo llegan al
mismo punto de inicio y fin de esta memoria. Gracias.
Estefanía Espinosa Soto 11.1
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