viernes, 13 de septiembre de 2013

"ME PIDEN EXPLICAR EL LOYOLA"

“ME PIDEN EXPLICAR EL LOYOLA”

                                             De esto aparto a dos personas, quién me enseñó, Clementina Buitrago y quién las vive conmigo, Natalia López.

Es difícil escribir sobre el problema, ahora muchas de las cosas no funcionan como “debería”. En grados anteriores publique muchos escritos sobre este mismo tema, ni siquiera podría llamarse tema, es una realidad que debemos exponer una y mil veces; el Colegio Loyola lo presenté como una de las maravillas del mundo sin exagerar, una mega obra en la educación como la solución a los problemas académicos del país. Si, tal vez tenga una mínima parte de todo ello, pero la confianza me dio un vuelco que accidentó las ilusiones; al paso del tiempo se fueron aferrando al innato, absurdo y mismo sistema educacional de Colombia; por supuesto podemos pintar este paisaje un poco más, es diferente en cuantos a otros colegios por trabajar con cinco personajes en el año sean estorbosos o compañeros para salir adelante, sin importar debes trabajar con ellos, se maneja proyectos de investigación que sin duda el de robótica porque lo amo y hace parte de mi vida es lo que ha sobresalido en la ciudad, el país y en el mundo, y diferente porque tiene unos laboratorios que se convirtieron en la plataforma de guerra para sacar un ganador de combate. Sería lo único que hoy puedo hablar, antes me debían callar. Esto no lo escribo por represalias a nadie, ni mucho menos por truncar lo que fue y es mi colegio, quién me convirtió en más persona; lo hago porque si no analizamos el estado de coma en el que estamos, ¿cómo podremos lograr que funcione de nuevo el organismo y que marche en buen estado?  

Colegio Loyola para la Ciencia y la Innovación, un colegio que se exhibió para la ilusión, pareciera que nadie creyera en lo que podamos alcanzar, igual quienes deberían de creer son ateos. Los docentes sin duda trabajan porque les paga, yo confié en que lo hacían por pasión a su trabajo, discúlpenme si no es cierto, pero así es la imagen con la que los conozco. Los ejes de la mega obra se derribaron al utilizar robots sin programación humana parados en cada salón, docentes haciendo de la vida de cada estudiante una enfermedad estresante sin luz de sanar. Cada vez que avanzo en esto, es más desalentador, qué decir de la administración, arruinada por la política tricolor, no sé si trabajan también por un valor impreso en papel, dinero, o se ven atrancados por la mediocridad de quienes ordenan que hacer. Dicen que “Dios aprieta pero no ahorca”, sigo en una lucha constante por conseguir partes de mis sueños, porque tengo varios no cumplidos fue el Loyola quien me los arrebató, haciendo de ellos inexistentes ahora, cambiados por unos a largo plazo. Sigo aferrándome a soportar hasta lograr el final de once años de estudio, disfrutar de buenas presentaciones de nuestro proyecto de robótica, sigo insistiendo en donde sea más difícil.

¿En qué momento se abrió más la herida del accidente? Es increíble el odio que se pueda sentir en circunstancias por las personas y sabiendo aún que no son caprichos, que son sentimientos de rabia para quien no te escucha, no te entiende o no te conoce, pensamientos masacrados del mismo repudio que provocan, son procesos del alma que expongo al describir mi colegio, momentos que pasan en sus tiempos. Va parecer un poco extraño el injerto que voy hacer, en el instante que escribo todo esto, hacemos exposición del colegio a la comisión académica del colegio San Ignacio, un colegio que económicamente lo tiene todo, fascinado con nuestra forma de trabajar, aprender y enseñar, quieren hacer de esto lo mismo en sus salones de clase, y nos piden recomendaciones para ellos trabajar de esta manera, lo que les digo es, si van a enseñar a trabajar en equipo deben trabajar en equipo, falla que tal vez hasta ahora ha tenido el Loyola. Todo parece mezclarse, una situación con la otra pero que al fin y al cabo llegan al mismo punto de inicio y fin de esta memoria. Gracias.

Estefanía Espinosa Soto 11.1


 


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